Incógnita es el nombre que hemos dado a la efigie que preside y que vigila el portal de Arqueología Ecuatoriana, desde todas las ventanas. Su origen es anecdótico, como casi todo en la practica arqueológica ecuatoriana. Se trata de una pieza única, sin contexto conocido, que cayo en nuestras manos de manera paradójica.

La leyenda dice que un campesino de la región de Angamarca (Cotopaxi) la encontró mientras realizaba labores agrícolas, su azadón despostillo el filo superior. Luego la pieza viajó a Quito donde deambuló con su descubridor durante algunos días. El azar quiso que nuestros caminos se cruzaran y que el trueque ponga la incógnita entre nuestras manos.

Desde un comienzo la pieza nos cuestionó con su silencio. Nos chocó la falta de todo antecedente conocido de la arqueología de su zona de origen, tanto en su antigüedad, su filiación o a su estilo. En esta parte del Ecuador, el arte lapidario, su iconografía o su tecnología son enteramente indocumentados. Sólo se sabe que el abra de Angamarca es una vía tradicional de acceso de la costa a la sierra, por la que han transitado los pueblos andinos desde épocas pretéritas.

La estatuilla es un símbolo y un instrumento de poder y de comunicación. Su función parece haber sido múltiple, por un lado se tiene la representación de un ser dotado de autoridad. El tocado cónico, una nariguera destinada a adornar la palabra y una posición corporal aparentemente sedente reflejan el status del individuo. La actitud de sus manos empuñadas y sus genitales prominentes subrayan el poder que ostenta. Por otro lado, la funcionalidad material de la pieza es clara, se trata de un tubo inhalatorio destinado a ser el vehículo hacia una esfera superior de la realidad. Su cuerpo tubular permite el transito de una sustancia alucinógena que induce a un trance y a visiones del mundo sobrenatural. La parte superior se introduce en los orificios nasales, mientras que por la parte inferior se sopla profundamente el snuff en la mente del chaman. La efigie es funcionalmente el canutillo de los sueños.

La estatuilla es entonces un símbolo, una incógnita y un reto. Símbolo de la interacción social desconocida entre el pasado y el presente que nos pone la incógnita cultural entre las manos para que hagamos de ella un llamado al conocimiento de lo que somos. El reto que nos lanza es grande, su cara inquisitiva nos recuerda que no sabemos casi nada del pasado o del presente de su lugar de origen, o de muchas otras partes de este Ecuador multifacético. Incógnita será nuestra figura de proa, ella anunciará su presencia y preguntará, desafiante, "¿Quién soy ?", "¿De dónde vengo?", "¿A dónde van?".

Quizás algún día, algún visitante que cruce este portal pueda responder a la esencia de su incógnita. Hasta tanto cual Atenea, diosa oculta de la sabiduría, Incógnita será nuestro icono, nuestro leit motif, nuestra guía en la búsqueda de la memoria perdida.

Ficha técnica