Entrevista a Karen Stothert: La Arqueología en el Ecuador, y… ¿qué pasará luego? |
Written by Francisco Valdez |
Saturday, 12 June 2010 07:39 |
There are no translations available at this moment. Thanks for your comprehension. Entrevista con Karen Stothert, antropóloga (arqueóloga) norteamericana que trabaja en el Ecuador desde 1970. Ha investigado principalmente en la costa, especialista en el periodo arcaico y descubridora de la cultura Las Vegas, que cuenta con varios sitios en la península de Santa Elena. Su experticia antropológica le ha convertido en testigo de primera mano de los cambios que han sufrido los pueblos tradicionales de la costa y ha rescatado una buena parte de su etnografía, su tecnología y costumbres cotidianas. En el campo de la arqueología ha trabajado también las problemáticas de las culturas Valdivia, Engoroy, Huancavilca y Manteño. Ha sido profesora en The Center for Archaeological Research de la University of Texas at San Antonio y viene todos los años al Ecuador a pasar largas temporadas en su base de operaciones en Cautivo, Santa Elena. El testimonio de la Dra. Stothert es particularmente significativo, por cuanto da una visión objetiva (desde adentro y afuera) de lo que ha sido la práctica de la arqueología en el Ecuador durante los últimos 40 años. ¿Desde su experiencia, cómo ve la evolución de la práctica arqueológica en el Ecuador? En los últimos 40 años he visto y he vivido una larga evolución interesante, llegué a Ecuador en 1970. El destino le mandó acá, y la primera persona que conocí fue Hernán Crespo y su elegante museo, recién inaugurado en el Banco Central de Quito. Me parecía raro, en aquel entonces uno andaba saludando a la gente que participaba en arqueología, pero no había una institución oficial como Patrimonio. Nadie exigía datos para un permiso, no había huellas digitales, nadie pedía nada… Luego, fui a Guayaquil para buscar una casa en Santa Elena, donde instalarme para realizar el proyecto de mi doctorado. Al poco tiempo llegó de paso por Guayaquil Edward Lanning que venía del Perú, él me presentó a Carlos Zevallos Menéndez , a Jorge Marcos, a Resfa Parduchi y algunas otras personas en Guayaquil, que eran los ejes en la arqueología, naturalmente allí encontré a Olaf Holm. Después de conocer a esta gente en el antiguo Hotel Humboldt, Jorge Marcos y Carlos Zevallos me invitaron a ir un día sábado a Cangrejitos, en el valle de Chanduy, donde todos estaban trabajando un sitio importante. Me puse mis botas de campo y mi sombrero y descubrí que no me tocaba excavar porque habían muchos trabajadores, yo no estaba acostumbrada a eso y me pareció muy entretenido. En aquel entonces Carlos Zevallos era la gran fuente del conocimiento arqueológico, realmente yo todavía no tenía las preguntas, yo era principiante, tenía sólo siete días en el Ecuador y todavía no conocía gran cosa. Todo era interesantísimo, yo estoy muy agradecida con Jorge Marcos que me contaba sus aventuras arqueológicas y que me llevó a conocer varios sitios en la costa. Siempre admiro a esa gente porque parece que son como Superman, pues pueden ver debajo de la tierra. Uno va a alguna parte y dice “aquí hay 3 m de basurero manteño, aquí hay restos de la cultura Valdivia… y todo debajo de la tierra”. La vida social en los años 70 / 71 era con Jorge, con Carlos, con Resfa y Presley Norton. Visité las excavaciones en Los Cerritos donde Presley y Carlos habían ya terminado de excavar un sitio Engoroy. Logré conocer Loma Alta, La Ponga y otros yacimientos. En esa época Olaf Holm no andaba todavía en las excavaciones, él hacía negocios y se ocupaba de la Casa de la Cultura. En 1971 el gran proyecto era el Simposio Internacional de Salinas y allí se reunieron Betty Meggers, John Murra y un montón de arqueólogos importantes de Centroamérica, fue interesantísimo. Estaba Olaf, Carlos, Presley, Jorge. Durante este año yo no presenté nada porque había comenzado recién en Santa Elena con mi investigación de sitios pleistocénicos y no quería presentar nada todavía, pues con lo que había encontrado no me atreva a hacerlo. ¿Cuál fue el origen de las investigaciones en Las Vegas? Supuestamente Lanning había descubierto algunos sitios pleistocénicos y yo hice un recorrido de reconocimiento con pequeñas excavaciones en todos los sitios que Lanning había identificado. Creo que muy poca gente sabe lo que pasó. Descubrí que todas las herramientas líticas habían sido confeccionadas por hombres modernos en Santa Elena. Era el caso de los trabajadores que picaban la piedra para vender grava a una compañía petrolera. Todos los sitios de Lanning eran superficiales y resultaron ser modernos, y aunque sus ubicaciones cerca de Arroyo Seco eran llamativas, casi todo resultaba ser pura imaginación. El problema es que uno no debe hacer arqueología al apuro, llegar, quedarse seis semanas y desaparecer; así no es la cosa. Entonces fracasó mi primer plan de tesis, y no tenia mayor cosa que presentar, yo tenía vergüenza de presentar esta información en el Congreso de Salinas. No tenía nada que ver con el tema realmente. Sólo 13 años después logré publicar en American Antiquity, la verdadera historia de los sitios pleistocénicos de Lanning. ¿Cómo fue tu contacto con le gente de la península?, ¿tenias alguna entrada con la gente? Yo venía investigando en el campo ya algunas semanas y vi a unos hombres trabajando por allí, atrás de uno de los sitios. Me acerqué, observé lo que estaba pasando, y esto fue como un descubrimiento cósmico. Los hombres estaban picando la piedra inocentemente y la hacerlo estaban creando un sitio arqueológico pleistocénico. Entonces decidí contratar a dos de estos hombres, que llegaron a mi casa en Cautivo… les puse lonas con materia prima, que yo había recogido en los cerros y les pedí que me hagan ripio, grava, como si fuera yo la compañía petrolera. Luego hice el análisis de todos los artefactos. Me pasé un año, pero que fue un ejercicio de replicar los gestos, de analizar los objetos y fue por eso que resultó ser una experiencia completa. Saqué una publicación, que fue bonita y Ed Lanning no se enojó, reconoció que yo tenía razón, allí estaba la evidencia, porque los hombres con sus martillos de hierro, habían hecho lascas bipolares, buriles y varias otras cosas. Así, machacando al azar sacaban cosas… Estaban trabajando normalmente y no tenían la menor idea de lo que estaban haciendo. No buscaban replicar objetos arqueológicos, hacían ripio. Las lindas publicaciones de Lanning quedaron como un “cucho”… yo no quería presentar esa información, yo tenía vergüenza, sin tener el título universitario, estaba allí criticando a uno de los más famosos arqueólogos norteamericanos que trabajaban en aquel entonces en el Perú. ¿Qué pasó entonces, ¿cómo se inició el trabajo en Las Vegas ? Con esta información me fui a trabajar al Perú, por una temporada, pero allá la situación no era bonita, todo era política, no era un buen ambiente, eran puras aguas envenenadas por lo que decidí regresar al Ecuador. Me había mantenido en contacto, por cartas, con Presley y con Jorge. Cuando Presley quería un libro yo se lo buscaba... En 1976 volví del Perú con un informe del sitio Las Vegas, pues yo había hecho una pequeña excavación, en lo que fue un verdadero sitio. Entregué una copia de la publicación a Olaf, le invité a comer un cebiche de langosta y le presenté mi trabajo. Él había fundado recién el Museo Antropológico del Banco Central en Guayaquil, que era muy lindo, todo nuevo. Olaf me invitó a una linda visita, en la que conocí además a Iván Cruz, que era un viejo amigo de mi esposo fotógrafo… Luego de unas seis semanas, llegó una carta, una de esas famosas cartas de Olaf, invitándome a realizar una investigación de la cultura Las Vegas para el Museo del Banco Central. Bueno, no sé, para mí fue una suerte tremenda, 30 años después sigo gozando de los frutos de esa investigación. Fue un gran placer trabajar en equipo, con varios jóvenes ecuatorianos que colaboraron en las excavaciones a fin de cuenta: Eugenia Rodríguez, Iván Cruz, Paula Rogasner que trabajaba en el Banco Central, Susi Burgos, Matilde Temme, Anne Mester, quien luego trabajó en Salango, en el equipo de Presley en el sitio Los Frailes. Tenía además un excelente equipo de hombres de Santa Elena, algunos todavía viven. Todos eran excelentes. El cementerio Las Vegas tenía 200 esqueletos, se hicieron varias temporadas cuidadosas de excavación, que duraron varios años. En aquel entonces vino Dolores Piperno, quien ahora es curadora de la arqueología y arqueobotánica en Sudamérica para el Smithsonian. Me acuerdo que un día se envenenó con huasango, cuando fue a recoger plantas con mi esposo. Con el carro se pararon debajo de un árbol de huasango, ella se bajó coger muestras y al entrar cortó con la puerta una rama de huasango que la raspó y la intoxicó con su savia. La gente todavía me pregunta “¿cómo está su amiga Dolores huasango?, porque la pobre se puso muy roja, se infló, fue horrible, sufría mucho la pobre chica. Hasta ahora sigo trabajando con Dolores y seguimos sacando datos fascinantes. Tenemos por ejemplo, el zapallo más antiguo de toda América, una variedad de zapallo en proceso de domesticación. Hace dos años escogimos de entre las muestras Vegas nuevos materiales para estudios y análisis, ahora estoy esperando los resultados. Con ayuda de la National Science Foundation espero poder reinterpretar los datos faunísticos. Hace 25 o 30 años hicimos algunos estudios, pero las muestras eran pequeñas y era una época cuando la identificación no era aún muy refinada. Ahora hemos hecho un estudio piloto con Marcos Telcamp, un ecuatoriano que recién terminó el doctorado en Florida, y que ha identificado ya seis especies de aves en una muestra pequeña de Las Vegas. Esta había sido analizada antes, pero con menos técnicas. Con los nuevos análisis, vamos a conocer mejor el medio ambiente de Las Vegas, va a ser una colaboración entre varios investigadores. La investigación que comenzó con el esfuerzo de Olaf ha tenido muchos frutos: tenemos el museo de “Los Amantes de Sumpa”, la publicación de la cultura Las Vegas y ahora después de varios años hemos logrado nuevas visiones y entendimientos de esta importante cultura. Es increíble cómo pasan 30 años y uno puede seguir estudiando mejor las evidencias y sacar más información. Ahora hay otro cementerio Las Vegas, a 15 km al este de Santa Elena, con fechas parecidas que no ha sido todavía publicado. Estoy algo atrasada en esto pues es algo importante, es otro campamento base, con esqueletos, con restos de fitolitos de plantas, etc. ¿Cómo fue tu relación con el Museo embanco Central, con Olaf Holm y con los otros investigadores de la costa? Fue un gran placer trabajar con el Museo Antropológico porque Olaf estaba inaugurando proyectos de investigación, también tratando de armar una colección arqueológica. Yo siempre me quejaba, diciendo que no hay que comprar piezas arqueológicas, pero el argumento que él tenía era algo lógico. Él decía “Si yo no compro, las piezas se van afuera del país”. Yo decía “ Olaf, si usted compra los huaqueros van a seguir trayendo piezas para usted”… Todos sabemos que esto es un problema insoluble. En el proceso de hacer el estudio de Las Vegas, siempre identificamos otros temas que necesitábamos estudiar. Temas etnográficos, tipo rescate de una información que se estaba perdiendo. En aquel entonces Jorge Marcos y el equipo de la ESPOL estaban trabajando en Real Alto, era una buena época para la investigación. Desde los finales de la década de los 70 e inicios de los 80, había plata para hacer investigación. Realmente el trabajo del equipo de Real Alto cambió nuestra visión de Valdivia y la investigación de Las Vegas cambió la interpretación de la parte temprana. Al inicio de los 80, el trabajo de Presley Norton y Jorge en Salango y en la isla de la Plata abrió nuevas puertas, había mucha expectativa. En Quito, en Cotocollao los trabajos también daban información importante. Hicimos un taller con Emil Peterson, sobre la talla de la obsidiana, para que los estudiantes comprendan el proceso y sepan realizar el análisis técnico de los materiales. Todo esto era fascinante. Todos los años hacíamos conferencias en Quito, en Guayaquil, había mucha actividad. La Miscelánea Antropológica se publicaba más o menos regularmente, había además la serie monográfica. En Ingapirca estaba Antonio Fresco. No sé si todo mundo sabe que Hernán Crespo y Olaf Holm se preocuparon de la investigación en Ingapirca, con la creación de un parque, con la Comisión del Castillo de Ingapirca. Nos sentíamos como pioneros de la investigación arqueológica. Emilio Estrada había desaparecido, todo el mundo admiraba sus trabajos, pero era obvio que se estaba laborando para llevar a la arqueología ecuatoriana a otro nivel. ¿En esas épocas gloriosas cómo fue la formación de arqueólogos en el país? El grupo de la ESPOL fue una inyección poderosa de energía y talento, Jorge se encargó de armar el programa, fue una buena época, yo también colaboré durante un semestre dando clases. Habían proyectos ambiciosos, como Peñón del Río. Mientras tanto, en Salango trabajaba Presley Norton, pero él nunca pudo entregar los informes finales de todos los excelentes trabajos que se realizaron allí. A Dios gracias tenemos gente como Richard Lunniss que ha velado por los materiales y archivos de Salango. Últimamente, con la inauguración del nuevo Museo Presley Norton, en Guayaquil, gracias al trabajo de Mariela García, ya hay un catalogo, una monografía de Richard sobre la excavación de la evolución de la arquitectura ceremonial más antigua de la Ecuador. En el simposio de arqueología que hubo en Cuenca en 1988, Presley Norton y su equipo presentaron muchos trabajos sobre la investigación realizada, pero el Banco Central nunca público esas memorias. Un problema de la arqueología es que luego de que se realizan estudios (como Tulipe o Cotocollao) hay que esperar 15 años para tener una monografía que dé cuenta de los resultados. La monografía de Las Vegas demoró 12 años en salir, por problemas burocráticos. La publicación es una parte fundamental en el proceso de la investigación. Quien realiza excavaciones sin publicar, es como que no se hubiera hecho nada. Estoy preocupada que la nueva ola de arqueología de contrato, que no resulta necesariamente en publicaciones, con datos que se puedan repartir y discutir con colegas. Hay informes técnicos y hay la esperanza de que con CDs y con Internet estos se puedan divulgar. ¿En Quito qué pasaba? ¿Conocías los trabajos de Bell, de Mayer Oakes, del joven arqueólogo Ernesto Salazar que trabajaba en lítica? ¿Eso debió despertar tu interés? Visité a Mayer Oakes en El Inga, en una de sus re-investigaciones posteriores, en el año 70. No conocí a Ernesto hasta que volvió a Ecuador, a fines de los años 70. Admiro mucho su trabajo, ha publicado varias cosas de divulgación. Para el público en general y para los científicos. También estaba el Padre Porras, un hombre serio; Olaf siempre admiraba al Padre Porras. Se le puede criticar muchas cosas, pero el montón de publicaciones muestran lo que hizo y los resultados que produjo. Porras formó también varios estudiantes como Eugenia Rodríguez, Marcelo Villalba, José Echeverría, todos excelentes. Me parece que la travesía no es fácil para los estudiantes ecuatorianos al estudiar arqueología. Salen al exterior y regresan con maestrías o doctorados y luego es difícil para que se integren en proyectos, en museos, en investigaciones. Resulta un poco difícil, pero ahora en la costa, se goza con la colaboración de José Chancay, Maritza Freire, Telmo López, Gerardo Castro y un montón de gente que estudió arqueología en la Espol. Esas son historias positivas, pero muchos también se perdieron. La formación de arqueólogos es quizás uno de los grandes problemas aquí. ¿No hay la dinámica necesaria para tener una verdadera formación académica? Yo creo que podría haber sido mejor manejado para que los jóvenes sepan que puede haber buen trabajo, para poder casarse, que se puede vivir de la arqueología. Creo que no estuvo bien planificado. No había transición de los jóvenes hacia los puestos de dirección. Bueno, ahí está el caso de Mariela García que fue estudiante en la Espol y que luego dirigió el museo, pero ese es un caso atípico. No hay un patrón profesional normal. Con la arqueología de contrato eso ha cambiado un poco. ¿Qué le hace falta al ambiente ecuatoriano para que haya arqueología? Bueno, aunque tengo 40 años en el Ecuador, realmente no puedo ver el futuro, depende tanto de cómo se organiza la práctica, cómo y qué se exige ahora. Me imagino que las leyes de Patrimonio son adecuadas, pero hay que aplicar la ley y todos los arqueólogos, los ecuatorianos, los extranjeros, todos sabemos cuál es el problema. Pero cómo resolverlo? Andamos con los dedos cruzados. Yo veo que ahora hay más organización, hay más conversación entre arqueólogos y eso me da esperanza. Va haber remedio, pero todo depende de la voluntad política, a un nivel un poco alto. Los ecuatorianos somos malinchistas, “los de afuera son buenos, los locales son flojos”, No se les da mucha atención… para el ecuatoriano la falla es institucional, la información no está al alcance de todos. No hay divulgación. Tenemos el informe de Tulipe, Pepe Echeverría sigue trabajando, Ernesto saca publicaciones. Si hay muchos que hacen investigaciones, por ejemplo con los túneles de Guayaquil. Se hacen montones de investigaciones interesantes, pero estamos esperando más divulgación de los resultados. Sin embargo, esto requiere de una política, de una estrategia integral. Desde el nacimiento, “de la cuna, a la tumba”. Hay que armar planes de investigación con inteligencia y luego encargarse de la difusión, de la formación del personal. Pero el trabajo no termina allí, un paso muy importante que aquí está descuidado es la curación, esto es el cuidado de las colecciones arqueológicas. No hay lugares de almacenaje estable, útil y adecuado. Es decir, si yo quiero revisar un material antiguo… ya no se donde se lo puede encontrar. Es un problema institucional, hay que tener instituciones con continuidad, con una verdadera política de largo alcance. En el Banco Central, Hernán Crespo no pudo dejar un heredero, él salió y todo se cambió y todo comenzó de nuevo, todo se perdió. Es decir que no hay un plan de 10 años. Volviendo a la lista de acciones indispensables, la curación de materiales es importantísima. Acá no hay esa responsabilidad, no está puesto en valor el objeto o el sedimento arqueológico. Siempre hay horrores como lo que pasó en Cuenca, donde botó toda una colección cerámica porque ya no había espacio. Un colega, Scott Raymond, me dice un día sabe que todos los huesos de Las Vegas están en malas condiciones y que todos los contextos están perdidos en la reserva del Banco Central de Guayaquil… Hace falta la formación de profesionales en curación, restauración, bibliotecas, etc. etc. Esto es fundamental. Parecería que también la infraestructura es lo que hace que la arqueología sea científica, sea profesional… Tal vez, pero todo es tan costoso y tan difícil que algunos países no lo pueden realizar, quizás hay otras maneras de ver el asunto. La arqueología no sólo es importante para satisfacer nuestras curiosidades y construir nuestra identidad, o para que los jóvenes tengan orgullo de su historia cultural. Al parecer se lo puede manejar como una empresa cultural, quizás hay que fomentar el turismo eco-cultural. Acabo de irme a Honduras, porque quise ver como un país pequeño maneja sus recursos culturales, allá está la ciudad Maya de Copán y me di cuenta que Copán es un excelente parque arqueológico, bello, impresionante, etc. Pero en Ecuador, no es que no haya algo tan bonito… quizás hace falta decisión. En Honduras este sitio tuvo un salvador desde los años 1930, un Dr. Cueva, que se preocupó de desarrollar, promover y proteger el sitio. El llegó a ser ministro de Salud Publica, no de cultura, pero empujó el sitio hasta que Honduras invitó a extranjeros a excavar allí. Esto también pasó en el Ecuador con los españoles en Esmeraldas, los belgas… etc. pero hay una colaboración a nivel de ministerios, con extranjeros para construir instituciones, infraestructura, hay varios modelos. Pero, la institución no existe en abstracto, es la gente la que tiene que tener visión y ambición. Sin embargo, tal vez los jóvenes no tienen mucha confianza en sí mismos y no tienen oportunidades de hacer o crear nuevas políticas, de tomar decisiones, de lanzar programas…. por qué no tienen oportunidades, ni siquiera sueldos y puestos, etc. etc. La tendencia ahora en el país es la arqueología de contrato, ésta puede ser académica, debe ser académica, pero hay un divorcio entre el contratante y el beneficiario de los estudios, que en última instancia en es pueblo ecuatoriano. No hay la responsabilidad de hacer cumplir a ninguna de las partes. No hay una institución que sea verdaderamente responsable de llevar a cabo la totalidad del proceso. Patrimonio debe exigir cierto nivel de cumplimiento, con difusión, con la publicación, con bases de datos. No debe dar permisos a personas que tienen deudas, que no han cumplido con sus obligaciones en el pasado. Bueno, yo no soy nadie para hablar, porque también a veces estoy atrasada con respecto a algunos proyectos y algunas publicaciones. Un mensaje final… Estoy preocupada porque por el seguimiento de los trabajos que hemos emprendido, no sé qué va a pasar con las colecciones, que son grandes, y porque obviamente yo doy la bienvenida a quien quiera ver mis materiales. Estos deben estar asequibles a todos, pero la verdad es que yo no voy a vivir por siempre y… ¿qué pasará luego? Por el otro lado, los arqueólogos se están reuniendo ahora frecuentemente y si ellos hablan con una sola voz, y si tienen una política muy clara, ellos si podrían lograr sus metas, pero hay que organizarse. No se trata de personalismos o de competencia, hay que trabajar en equipo para llegar a lograr a una meta. Ojala esto sea posible y rápido. Quizás el futuro de la arqueología ecuatoriana sea institucionalizarse a largo alcance y profesionalizarse, es decir, tiene que haber profesionales en la publicación, en el laboratorio, tienen que haber curadores, conservadores y, sobre todo, hay que ver por la continuidad. En un país como el Ecuador deben haber programas de investigación, que sean patrocinados por el estado, que deben ser apoyados durante un mínimo de cinco años por decir algo, para poder sacar frutos. Pero debe haber mucho control y si el investigador no está funcionando bien, tendrá que ir para afuera. Siempre la situación fue así aquí, un poco fragmentada. Había por ejemplo el Museo del Banco Central en Guayaquil, manejado por Olaf Holm que hacia lo que le convenía, en Quito había otra institución, el Museo del Banco Central y allá era igualito. Cada quien actuaba por su lado. Patrimonio estuvo al margen durante muchos años, parece que la cosa está cambiando y el Instituto de Patrimonio, tal vez en Guayaquil, tiene mas presencia. Pero todavía no hay la integración necesaria, soy extranjera y realmente soy observadora desde afuera… esta es una situación que no cambia, no hay una visión amplia del problema nacional. |
Last Updated on Tuesday, 15 June 2010 11:21 |
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