Arqueología y turismo parecen ir de la mano en muchos países del mundo y poco a poco este fenómeno cultural está llegando al Ecuador. Uno de los mejores ejemplos de como el recurso patrimonial arqueológico puede servir como un elemento de desarrollo social es el caso de la comuna de Agua Blanca en Manabí. Desde hace ya más de veinte años, esta comuna ubicada no lejos de Puerto López, exhibe al público interesado los vestigios de su historia precolombina. El trabajo comenzó con los estudios que realizó el arqueólogo Colin McEWAN en la zona. El comprendió que la forma más fácil de proteger los vestigios del pasado era incorporar a la población actual al estudio científico de sus ancestros. McEwan, junto con otra arqueóloga de la universidad de Illinois, María Isabel Silva se dedicaron a concienciar a los pobladores de Agua Blanca sobre el valor real de los bienes y de los contextos arqueológicos. Enseñaron con su ejemplo, como el pasado puede estar al servicio del presente, trayendo autoestima, dignidad y recursos económicos a la comunidad. Con pocos recursos, financiados en parte por el Museo del Banco Central de ese entonces, pusieron en valor algunos de los vestigios arqueológicos que se encontraban en la zona. Al exhibir los objetos en su propio entorno mostraban al visitante cuál era la realidad de esta parte del Ecuador Antiguo. Las explicaciones se hacían en un lenguaje sencillo, con calidez y el paisaje de la costa manabita hacia el resto. Una segunda generación de comuneros sigue empeñada en el propósito de proteger, conocer y difundir la historia de su pueblo. Los beneficios que ha recibido la comunidad de Agua Blanca no sólo han sido económicos, pues hoy constan en el mapa turístico mundial como un ejemplo del orgullo de los pueblos americanos.

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